miércoles, 26 de junio de 2013

Pagina Electoral Por: Lic. Enrique López Sanavia,


EL ANTES Y DESPUES DE LAS AUTORIDADES ELECTORALES

Enrique López Sanavia

 

Tamaulipas, en  junio de 1995, ingresa en el escenario nacional respecto de  la conformación ciudadanizada  de su organismo electoral local. La sociedad civil tamaulipeca, hizo acto de presencia física  en el seno y dirección de los organismos electorales para preparar, organizar y vigilar los comicios locales de aquella época, apuntalando su incorporación en la estructura y  actos de una democratización regional que se venía gestando desde 1990 cuando nace constitucionalmente el Instituto Federal Electoral. En nuestra entidad federativa, se fortalece la autoridad administrativa electoral y paralelamente la autoridad jurisdiccional electoral desde aquella memorable fecha.

Quedan como antecedente histórico las Comisiones y Comités electorales, los Colegios Electorales donde el Congreso del Estado era el titular de la calificación definitiva de las elecciones,  que sustituyeron  a las Juntas Computadoras  y a los Presidentes Municipales que en antaño designaban a los empadronadores, al igual que quedan atrás  las Juntas Computadoras o de Escrutinio,   las Juntas Electorales Municipales y Juntas Electorales de Partido,  instituciones que originariamente tuvieron su asiento en las Juntas Populares y en  las Juntas de Escrutinio Municipales  establecidas en el año de 1825.  Ese avance cronológico 1825-1995 nos mostró un nuevo rostro democrático, donde la participación  directa del poder Legislativo, del poder  municipal y del poder partidista era determinante dado que en su ejercicio organizaban los comicios e incluso los partidos  hacían sus propias boletas electorales,  quedando a la fecha, todo ello como un pasaje histórico de esa primitiva forma de  organización eleccionaria. Una historia de buenos y malos recuerdos, donde según los comentarios  históricos permitían abusar del neófito en la materia, sucediéndose evidentes irregularidades eleccionarias, actos violentos, coacción a los  electores, robo y quema  de urnas o fraude en el escrutinio y cómputo de los comicios, cuestiones todas ellas que no podría negarse en esa empolvada y negra historia de la democracia mexicana.

Pero todo tiene su tiempo. La materia político-electoral  y la democracia cobran fuerza, al ir paulatinamente evolucionando en aras de su perfeccionamiento, aunque en momentos, sacudida por  intereses creados o por la vieja costumbre de la manipulación. De ahí que el  argumento de que “el pasado fue mejor”  no cabe en esta disciplina sociológica. No cabe, en virtud de que el comportamiento humano  y las circunstancias colectivas, resultan sorprendentes por la diversidad de acciones cambiantes de su significativa organización. Es ese   evolutivo ciclo  democratizador:  lo que orienta y busca el beneficio para la mayoría, que es el componente social que es menester satisfacer; lo que hace mejorar   leyes  ad-hoc haciéndolas más sensibles  y objetivas a la vida actual; lo que recoge y sintetiza los reclamos  ciudadanos y las  exigencias de la población, tendentes a alcanzar su plena efectividad; lo que al recuperarse interna y externamente, se impulsa y allega de árbitros de estatura y calidad  para organizar las elecciones; en fin, lo que anhela  representaciones populares sustentadas por el voto público de un electorado que vive las elecciones.

 

C o n t i n u a r á

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