lunes, 13 de mayo de 2013

Pagina Electoral Por: Lic. Enrique López Sanavia,


R U M O R    P O L I T I C O

Tomado del libro Ensayo Electoral de Enrique López Sanavia)

 

 

La creatividad humana no tiene límites.  Así como forma un valor, también es hacedor de un contravalor.  La verdad, como instrumento axiológico, es única y universal.   “La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su portero”.  Hay verdades que duelen o que satisfacen, individual o colectivamente.  Verdades que calan muy profundo y que pueden llegar incluso, a producir un clima de nerviosismo, de incomodidad, de tensión  e inestabilidad o hasta de miedo social. 

 

Se necesita tiempo para obtener un prestigio sólido, una reputación fortalecida, una confianza consigo mismo y para con los demás, o el reconocimiento público inherente a la actividad personal y profesional del hombre.  Se requiere de unos efímeros segundos, para voltear una opinión favorable y hacerla contradictoria; para lacerar un valor y coadyuvar en su modificación total. Por la sensibilidad social, se llega a mantener una creencia de sospecha e incertidumbre sobre algo o sobre alguien.

 

El valor y el prestigio afloran en la política,  positiva o negativa. Aquí se vale de todo, porque  no  hay reglas ni topes, hasta que llegue el imperio de la ley.  Lo utópico  queda en los libros y en los buenos designios.  La política de antaño, la de hoy y la del futuro, tendrá un mismo molde.   Dada la naturaleza humana y la variedad de intelectos, difícilmente  se materializará el corte y la estatura de un político prototipo, que esté ajeno a las enseñanzas y lecciones perennes de Nicolás Maquiavelo o de José  Fouché, el genio tenebroso.   Aunque “cada  cabeza es un mundo”, el político debe ser un experto de la verdad y de la promesa.  Esta última, o es una tentación cierta que podría llegar a cumplirse o es una falacia, una oferta irrealizable. La mentira se haya estacionada tras bambalinas. Coexisten el rumor y  la mentira. Se pueden asociar  de manera  simple o especulativa, compleja o sofisticada y  provocar desorden, confusión  y duda.

 

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El rumor es estratagema.  Se usa en todas partes. Se  aplica con técnicas y tácticas muy diversas.  El hacer crítica, como guerra subterránea o como noticia psicológica, en claro perjuicio y prejuicio de alguien, constituye la sustancia del rumor.  Hay  comentarios mal intencionados, tergiversados, dolosos que sondesahogo enfermizo del impotente  que no lucha  cara al sol.   El ánimo de esperar la coyuntura y la oportunidad sucia, para generar y propagar ideas fratricidas, argumentos  irresponsables que rompen la unidad social, se denomina: crueldad politica. El rumor es eso, crueldad cuando atormenta; es  venganza, cuando crea una falsa alarma que busca el mal, aunque no haya beneficio propio; es cobardia, cuando se desprecian los valores y sentimientos  humanos; es traición, porque no sólo se repite el comentario mordaz que  desprestigia, sino que el mismo amplifica un acontecimiento incierto.

 

El rumor tergiversado, es algo así como una desinformación sin rienda, una censura sin fronteras, un noticia desleal que abusa de la buena fé, de la ignorancia o de la confianza  depositada.  Cuando el rumor es impactante,  crea zozobra, desconcierto  y  hasta psicosis social.

 

Los rumores actuales son  infundados. No hay tal renuncia  presidencial; no hay ingobernabilidad; ni acecha el golpe de estado. Esa información es condenable, porque daña el orden público; es peligrosa porque repercute socialmente al difundirse de manera indiscriminada. Desafortunadamente, el rumor  debilita o pretende debilitar las instituciones, que  en estos tiempos difíciles exigen de un actuar honesto y serio. No podemos ser cómplices  del rumor.  No debemos participar en su mecánica,  para no vivir en el error, ni dar paso al terrorismo intelectual.

 

En nuestro país se dan rumores políticos, que van  desde la picardía mexicana hasta aquellos que alcanzan dimensiones dantescas.  En cualquier grado o medida que se den estos comentarios  insanos, se daña a México, sobremanera cuando adquieren el carácter de  locura criminal  en contra de la sociedad y de las autoridades legítimamente constituidas. El Estado, como rector del desarrollo nacional, debe parar a tiempo las corrientes engañosas que desatan los rumores, aplicando el contra-rumor inteligente, la contraofensiva, que es defensa del interés público; pero un contra-rumor, basado en la verdad universal,  que de inmediato el pueblo debe conocer.

 

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