EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ
GABO
Por Ramón Durón Ruiz
E
|
l genio
italiano Leonardo
Da Vinci afirmó: “Así como una jornada bien empleada produce
un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte.”
Me parece que
la frase queda como anillo al dedo al escritor de
nacimiento colombiano y por convicción, mexicano, Gabriel José de la Concordia García Márquez, para sus amigos “Gabo”, a sus 87 años de fructífera existencia,
desde “Macondo” hasta el mundo se guarda el luto de su dulce muerte.
Fue un hombre afamado por su genialidad para
escribir, contando historias tan lúdicas como irreverentes a grado tal que
afloraran las emociones y se zarandeara la conciencia, trasformando los
recuerdos en “100 Años de Soledad”,
con una capacidad natural para construir “El realismo mágico” con el que
descifra enigmas y rompe con la innecesaria solemnidad que marca el tiempo del
protocolo.
Para el viejo Filósofo en la
aventura del oficio de la palabra, hay 4 puntos cardinales: 1.- Escribir para
vivir… no para sobrevivir; 2.- Escribir para amar… y ser amado; 3.- Leer… para
aprender y saber, y 4.- Escribir… para trascender.
Gabo es de esos seres que nacieron
para la trascendencia, un genio natural que olía a pueblo sin saberlo, con su
sonoridad que huele a poema, con un brillo de niño en sus ojos y luz en su
alma, se convirtió en un hombre universal, que pasó de ser historia que cautiva,
a leyenda que atrapa. La muerte física es el precio que pagan los grandes para
pasar de la historia a la leyenda.
Desde joven se supo que era un
hombre tocado por el Ángel de la vida, con una marcada influencia de la
sabiduría de sus abuelos Tranquilina y el Coronel Nicolás –Liberal que tomó las
armas en la guerra de los 1000 días– desde Aracataca, Municipio del
Departamento de Magdalena Colombia, soñó con un mundo mejor y en verdad que a
su partida lo dejo superior al que recibió.
Fue un niño que el tiempo lo
hizo hombre, que viajaba con los ojos del alma abiertos, con una conciencia
espiritual-histórico-literaria superior que lo llevó a interpretar la realidad desde
una perspectiva diferente.
“El viejo” como le apodaban en
su juventud, porque no gustaba la práctica de los deportes, atemperó su
espíritu con palabras iluminadas por las luciérnagas del alma, que lo llevaron
a retratar la realidad de su Patria, a comunicar su visión de la vida desde una
cosmogonía plena de magia, ese es parte de su legado, atrapar desde el inicio
al lector, para no soltarlo hasta que concluya el texto, sabiendo ir más allá
de sus límites, escribiendo para que en cada página emerja un mundo diferente.
En todas sus facetas desde
aprendiz de reportero, columnista de deportes, como indocumentado, guionista de
cine o escritor, supo cautivar con su genio sin par y su amable sonrisa, su
obra fue traducida a más de 35 idiomas, fue leído en los arrabales o admirado
por los hombres de casino.
Sabio por derecho propio, Gabo era un hombre sencillo que vivía en
el aquí y el ahora, pero escribía para siempre, para grabar su nombre en la
historia, eso explica por una parte las multitudinarias muestras de afecto y
duelo ante su partida y por otra que sólo haya dos eventos de honras fúnebres a
manera de homenajes oficiales de despedida uno en Bellas Artes en México –su
segunda Patria- y otro en Bogotá.
Su muerte fue bendita, partió
al lado de los suyos, rodeado del amor que sembró, en paz con el universo. Bendito
es el hombre que muere como el Gabo
en un estado de amor, bonhomía e inagotable afecto.
A su partida deja una cauda
inagotable para gozar en su calidad de periodista, escritor, cineasta y hombre
de bien, siempre de trato cordial, con una sonrisa tan natural como lozana a
flor de piel, jamás hablaba mal de nadie, generoso para darse como amigo, sabio
para ser capaz de que multitudinariamente nos duela su partida.
La frese celebre dice: “Cuando un abuelo se va… se quema una
biblioteca” Hoy me uno al homenaje nacional a Gabriel García Márquez, un
colombiano que decidió asentarse en mi Patria por más de 40 años, y con esa
genialidad que el humor del mexicano posee, trasladado al humor provinciano lleno
de buena fe del viejo Filósofo y afirmo:
“Primero es el uno y después el
dos… pero en el 21 se ‘ingó el uno”
“Tu pensando que ponerte… y yo
pensando cómo quitártelo”
“Alguna vez pensé que entre tú
y yo todo se podría, y efectivamente… todo se pudrió”
“Hoy me estoy poniendo en
forma… pero no sé en forma de qué”
www.filosofoguemez.mx
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