martes, 22 de abril de 2014

EL FILÓSOFO DE GÚÉMEZ,

EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ
GABO
Por Ramón Durón Ruiz
E
l genio italiano Leonardo Da Vinci afirmó: “Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte.”

Me parece que la frase queda como anillo al dedo al escritor de nacimiento colombiano y por convicción, mexicano, Gabriel José de la Concordia García Márquez, para sus amigos “Gabo”, a sus 87 años de fructífera existencia, desde “Macondo” hasta el mundo se guarda el luto de su dulce muerte.

Fue un hombre afamado por su genialidad para escribir, contando historias tan lúdicas como irreverentes a grado tal que afloraran las emociones y se zarandeara la conciencia, trasformando los recuerdos en “100 Años de Soledad”, con una capacidad natural para construir “El realismo mágico” con el que descifra enigmas y rompe con la innecesaria solemnidad que marca el tiempo del protocolo.

Para el viejo Filósofo en la aventura del oficio de la palabra, hay 4 puntos cardinales: 1.- Escribir para vivir… no para sobrevivir; 2.- Escribir para amar… y ser amado; 3.- Leer… para aprender y saber, y 4.- Escribir… para trascender.

Gabo es de esos seres que nacieron para la trascendencia, un genio natural que olía a pueblo sin saberlo, con su sonoridad que huele a poema, con un brillo de niño en sus ojos y luz en su alma, se convirtió en un hombre universal, que pasó de ser historia que cautiva, a leyenda que atrapa. La muerte física es el precio que pagan los grandes para pasar de la historia a la leyenda.

Desde joven se supo que era un hombre tocado por el Ángel de la vida, con una marcada influencia de la sabiduría de sus abuelos Tranquilina y el Coronel Nicolás –Liberal que tomó las armas en la guerra de los 1000 días– desde Aracataca, Municipio del Departamento de Magdalena Colombia, soñó con un mundo mejor y en verdad que a su partida lo dejo superior al que recibió.

Fue un niño que el tiempo lo hizo hombre, que viajaba con los ojos del alma abiertos, con una conciencia espiritual-histórico-literaria superior que lo llevó a interpretar la realidad desde una perspectiva diferente.

“El viejo” como le apodaban en su juventud, porque no gustaba la práctica de los deportes, atemperó su espíritu con palabras iluminadas por las luciérnagas del alma, que lo llevaron a retratar la realidad de su Patria, a comunicar su visión de la vida desde una cosmogonía plena de magia, ese es parte de su legado, atrapar desde el inicio al lector, para no soltarlo hasta que concluya el texto, sabiendo ir más allá de sus límites, escribiendo para que en cada página emerja un mundo diferente.

En todas sus facetas desde aprendiz de reportero, columnista de deportes, como indocumentado, guionista de cine o escritor, supo cautivar con su genio sin par y su amable sonrisa, su obra fue traducida a más de 35 idiomas, fue leído en los arrabales o admirado por los hombres de casino.

Sabio por derecho propio, Gabo era un hombre sencillo que vivía en el aquí y el ahora, pero escribía para siempre, para grabar su nombre en la historia, eso explica por una parte las multitudinarias muestras de afecto y duelo ante su partida y por otra que sólo haya dos eventos de honras fúnebres a manera de homenajes oficiales de despedida uno en Bellas Artes en México –su segunda Patria- y otro en Bogotá.

Su muerte fue bendita, partió al lado de los suyos, rodeado del amor que sembró, en paz con el universo. Bendito es el hombre que muere como el Gabo en un estado de amor, bonhomía e inagotable afecto.

A su partida deja una cauda inagotable para gozar en su calidad de periodista, escritor, cineasta y hombre de bien, siempre de trato cordial, con una sonrisa tan natural como lozana a flor de piel, jamás hablaba mal de nadie, generoso para darse como amigo, sabio para ser capaz de que multitudinariamente nos duela su partida.
La frese celebre dice: “Cuando un abuelo se va… se quema una biblioteca” Hoy me uno al homenaje nacional a Gabriel García Márquez, un colombiano que decidió asentarse en mi Patria por más de 40 años, y con esa genialidad que el humor del mexicano posee, trasladado al humor provinciano lleno de buena fe del viejo Filósofo y afirmo:

“Primero es el uno y después el dos… pero en el 21 se ‘ingó el uno”
“Tu pensando que ponerte… y yo pensando cómo quitártelo”
“Alguna vez pensé que entre tú y yo todo se podría, y efectivamente… todo se pudrió”
“Hoy me estoy poniendo en forma… pero no sé en forma de qué”


www.filosofoguemez.mx

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