domingo, 17 de septiembre de 2017

Desde Nuevo Laredo: La Columna Política de Carlos Domínguez,

Desde Nuevo Laredo:

La Columna Política de Carlos Domínguez

 

LAS EXPLICACIONES DE JESÚS SOBRE LA ORACIÓN Y LA ADORACIÓN

 

Durante varios días después de un discurso sobre la oración pronunciado por Jesús, los apóstoles continuaron preguntando al Maestro sobre esta práctica importantísima y adoradora. Las enseñanzas de Jesús sobre la oración y la adoración impartidas a los apóstoles durante aquellos días pueden ser resumidas y expuestas en lenguaje moderno, como sigue:

 

La repetición sincera y honesta de una súplica, cuando esta oración es la expresión sincera de un hijo de Dios y es pronunciada con fe, aunque desatinada o imposible de responder directamente, siempre servirá para expandir la capacidad de recepción espiritual del alma.

 

En toda oración, recuerden que la filiación es un don. Ningún niño tiene que hacer nada para ganar el estado de hijo o hija. El hijo terrestre surge a la existencia por voluntad de sus padres. De la misma forma el hijo de Dios llega a la gracia y a la nueva vida del espíritu por voluntad del Padre Celestial. Por eso, el Reino del Cielo, es decir la filiación divina, debe recibirse como la recibiría un niño pequeño. La rectitud, o sea el desarrollo progresivo del carácter, se adquiere, pero la filiación se recibe por la gracia y a través de la fe.

 

La oración condujo a Jesús a la supercomunión de su alma con los Gobernantes Supremos del universo de los universos. La oración conducirá a los mortales de la Tierra a la comunión de una verdadera adoración. La capacidad espiritual de recepción del alma determina la cantidad de bendiciones celestiales que uno puede apropiarse personalmente y que se pueden percibir conscientemente como respuesta a la oración.

 

La oración, y la adoración que le acompaña, es una técnica para apartarse de la rutina diaria de la vida, del agobio y monotonía de la existencia material. Es un camino para acercarse a la autorrealización espiritualizada y para conseguir la individualidad intelectual y religiosa.

 

La oración es el antídoto contra la introspección nociva. La oración, al menos tal como la enseñó el Maestro, es una ayuda benéfica para el alma. Jesús siempre usó la influencia benéfica de la oración para sus propios semejantes. El Maestro generalmente rezaba en plural, no en singular. Jesús solamente oró para sí mismo en las grandes crisis de su vida terrestre.

 

La oración es el aliento de la vida del espíritu en medio de la civilización material de las razas humanas. La adoración es la salvación para las generaciones de mortales que persiguen los placeres.

 

Orar es como recargar las baterías espirituales del alma, y adorar sería como sintonizar el alma para captar las transmisiones universales del espíritu infinito del Padre Celestial. La oración es la mirada sincera y anhelante que el hijo dirige a su Padre espiritual, es un proceso psicológico que consiste en intercambiar la voluntad humana por la voluntad divina. La oración es una parte del plan divino para transformar lo que es en lo que debería ser.   

 

Se adora a Dios Padre con sólo admirar su extensa creación en la Tierra, y la precisión con que se sostienen en el espacio sus mundos habitados y deshabitados.

 

Una de las razones por las cuales Pedro, Santiago y Juan, quienes con tanta frecuencia acompañaron a Jesús en sus largas noches de vigilia, nunca le escucharon rezar, es porque su Maestro no solía pronunciar con palabras sus oraciones. Jesús efectuaba prácticamente todas sus oraciones en espíritu y en su corazón, en silencio.

 

De todos los apóstoles, Pedro y Santiago estuvieron más cerca de comprender las enseñanzas del Maestro sobre la oración y la adoración, sin lograrlo, desafortunadamente, en su esencia.

 

Por hoy es todo, pero mañana estaremos nuevamente en estos espacios de las redes sociales, con el permiso de Dios.

 

CDR.

Periodismo Independiente.


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