¡SI
NOMÁS VINE POR LA ‘INCHE GUITARRA!
Por
Ramón Durón Ruiz
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Cuenta la leyenda que en un monasterio
budista del Himalaya, un buen día uno de los monjes guardianes amaneció sin
vida. Le hicieron los rituales tibetanos llenos de respeto y un singular
misticismo propios para la ocasión.
Sin embargo, era preciso que otro monje
asumiera sus funciones. Debía encontrarse el monje adecuado para llevarlas a
cabo. El Gran Maestro convocó a todos los discípulos del monasterio para
determinar quién ocuparía el honroso puesto de Guardián.
El Maestro, con tranquilidad colocó una
mesita en el centro de la enorme sala en la que estaban reunidos y encima de
ésta un exquisito jarrón de porcelana, y en él, una rosa amarilla de extraordinaria
belleza y dijo:
—He
aquí el problema. Asumirá el puesto de Honorable Guardián de nuestro monasterio
el primer monje que lo resuelva.Todos quedaron asombrados mirando aquella
escena. Los monjes se quedaron como petrificados, en el más respetuoso silencio, hundidos en sus
interrogantes internas… ¿Qué representaría ese bello jarrón con flores? ¿Qué
hacer con él?¿Cuál podría ser el enigma encerrado en tan delicada belleza?
Eran tantas preguntas.
En un momento determinado, uno de los
discípulos sacó una espada, miró al Gran Maestro, y a todos sus compañeros, se
dirigió al centro de la sala y de un tajo destruyó todo. Tan pronto el
discípulo retornó a su lugar, el Gran Maestro dijo:
—Honremos
al nuevo Guardián del Monasterio, se ha atrevido no sólo a dar solución al
problema…¡sino a eliminarlo!”1
La moraleja es formidable, todos,
absolutamente todos tenemos problemas, el secreto está en no
sobredimensionarlos, enfrentarlos con sabiduría, mirarlos con la óptica
correcta y –como el discípulo– de un sólo tajo… eliminarlos de nuestra
vida.
Cuando estas en equilibrio con tu ser
interior, la adversidad, los problemas y el dolor,sirven para darte claridad
mental y una generosa auto aceptación, que te lleva a ir más allá de tus
límites.
Cuántas veces un problema te propicia el
entendimiento preciso de la vida, a la vez que trae aparejado que tengas una
visión mental clara, y una vez pasada la tormenta –porque nada es para siempre,
ni los problemas… ni el éxito–por una parte te aleja del egocentrismo y por
otra, te genera una saludable calma y una profunda paz interior.
Cuando llega la adversidad con un
problema, se ponen en juego todos tus sentidos corporales (vista, olfato,
tacto, oído, gusto) y también entran en juego los extra corporales (sentido de
la vida, del equilibrio, sentido común, de ubicuidad, del amor y sentido del
humor) que en conjunto detonan el maravilloso poder que vibra en tu interior.
El viejo Filósofo quiere que no seas de
esos seres emocionalmente frágiles que se culpan de todo y sufren por
pequeñeces, no permitas que esos errores se repitan, porque sólo te conducen a
la innecesaria perdida de tu energía vital.
Como dice Lupita D’Alessio hay que
“hacer limpieza al armario”;hoy date permiso de hacer un vaciamiento espiritual
y dejar en el cesto de la basura, aquellas emociones que le impide a tus alas
levantar vuelo.
Hoy entiende que vives al límite de los
milagros, que naciste para ser constructivo y creador, disfruta del sentido de
la virtud que hace a un lado el tener para disfrutar el ser, busca lo esencial
sobre lo trivial... recuerda que eres una expresión de amor.
Hago votos para que ningún problema tenga
el poder “de robarte tu sueño tranquilo… ni los amaneceres bellos”
Resulta que Rugiano –el tahonero de
Güémez– llega a su casa a las dos de la mañana hasta las manitas de pasado de
copas. Enfurecida, su vieja le reclama:
—Mira
como siempre creando problemas, con esta inseguridad me tienes con el Jesús en
la boca ¿Te parece una bonita hora para llegar a dormir?
—¡Ah
chinga’o, chinga’o! y ¿Quién te dijo que ya llegué?... ¡si nomás vine por la ‘inche
guitarra!
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