martes, 5 de agosto de 2014

EL FILÓSOFO DE GÚÉMEZ

EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ
SEÑOR AYÚDAME A ENCONTRAR UN PENDEJO…
Por Ramón Durón Ruiz
I
sabel Allende como toda mujer, conectada con la fuente de la vida sabiamente afirma: “Ten memoria selectiva para recordar lo bueno, prudencia lógica para no arruinar tu presente y optimismo desafiante para encarar tu futuro” La vida me ha enseñado que el futuro se construye HOY, la situación es muy sencilla, como es tu mañana, es tu día, y como es tu día… ¡es tu vida!; así que ten la sabiduría de llenar de desbordante optimismo y de una copiosa fe tu mañana. 

Inicia tu día dando; dando las gracias por el milagro del nuevo amanecer, dando bendiciones, dando afecto, dando saludos y sonrisas, la trascendencia radica en el poder de aprender a dar incondicionalmente “lo que das con amor, eso ya nadie te lo quita, te lo llevas para la eternidad.

Desde pequeño mi vida ha sido de un aprendizaje permanente, innumerables son los maestros de los que me he instruido en el oficio de la vida, uno de ellos es mi amigo Don Enrique Cárdenas González, que ha logrado mantener un sano equilibrio entre el adulador profesional y el que gratuitamente odia el éxito del hombre de trabajo, entre glamour y la miseria humana que tanto se da en la política.

 Me cuenta el Ing. Jorge Bello que siendo Gobernador Don Enrique, fue al municipio de San Carlos, para constatar y cuantificar los daños causados por un huracán que recientemente había azotado las comunidades del municipio y ayudar a los damnificados.

Iba lentamente por lo dañado de la carretera que conduce a San Carlos, cuando el gobernador se dio cuenta de que un grupo de campesinos le hacía señas de que parara el vehículo, al bajar del mismo fue saludado efusivamente por los campiranos, avanzando uno de ellos le dice: 
––¡Señor Gobernador, bienvenido, como siempre viniendo a darnos ayuda, nunca nos deja solos!
Acto seguido los demás saludaron a don Enrique, cuando al abrazar al último de ellos este le dice:
––¡Oiga, señor Gobernador!, tengo un pequeño problema, vino a mí un aboga’o que dijo me iba arreglar los papeles aquí del ejido, y po’s nada, sólo me robó dos mil pesos.

Don Enrique voltea buscando al ingeniero Bello y dice:

––Bello ayuda a este hombre, anduvo en la campaña con nosotros, quiero que lo atiendas.

Un campesino que escuchaba atento, con ojos pizpiretos, aprovecha la ocasión e interrumpe:
––¡Señor Gobernador!, ¿qué cree?, a mí también me robó el mismo aboga’o, nomás que si a él le quito dos mil pesos, a mí me chingó cuatro mil, ayúdeme señor Gobernador.

––Bueno, bueno,  –dice Don Enrique con su sana picardía, adivinando las aviesas intenciones de la mentira del segundo campesino–, te quiero decir una cosa, –dijo en tono respetuoso y lleno de humor–: si este hombre –señalando al primer campesino– es un pendejo… ¡Tú eres dos veces más pendejo!

Pues parece que esta lección se le aplica como anillo al dedo al viejo Filósofo; hace días fui al DF a un homenaje que el Club de Periodistas de México merecidamente le rindió al prestigiado periodista veracruzano Uriel Rosas Martínez. Una vez concluido el extraordinario evento tome camino para regresar a casa, al salir del DF una patrulla de tránsito nos detuvo: ––Hoy no circula su camioneta –espeto el oficial con un palillo en su boca.

––Disculpe hoy si circulamos –le dije– aparte traemos calcomanía doble cero, nos permite circular todos los días.

Se asomó, verificó la calcomanía y dijo: ––Pero está pegada en lugar prohibido

––Disculpe usted –le respondí– ahí la pego el del verificentro, me dijo que es el lugar correcto.
––Deme su tarjeta de circulación. ––¡Aquí está! ––Su licencia de manejar. ––¡Aquí está! ––La factura de la camioneta. ––¡Aquí la tiene! ––Hay dos opciones: me da cuatro mil pesos o llamo a la grúa para que lo lleve al corralón. ––Pero si no hemos violado el reglamento de tránsito, –le dije– tenemos todo en orden.

––Pues véalo con mi jefe –dijo portando mis papeles en su diestra. Su jefe en ese instante bajaba del macho a un automovilista, al pasar a mi lado me comentó que le habían quitado dos mil pesos. Ahí recordé a mi sabio 

amigo Don Enrique cuando dijo: ¡Eres dos veces 

más pendejo que este!

Después de tenernos parados en el acotamiento durante media hora, el transito habla con su jefe, le explica la situación, el jefe me ve y le digo. ––Mire usted, el oficial me pide cuatro mil pesos, pero no cometimos ninguna infracción, traemos todo en orden… ¡que se lleve mi camioneta la grúa! 

En un gesto de “generosidad extrema”, el jefe extiende la mano entregándome los papeles, a la vez que me dice:

––¡Puede irse! Lo anterior no es un caso aislado, ya con esta van cinco veces que nos roban estos tránsitos.
Kilómetros adelante había otro “retén” de transito deteniendo carros para esquilmarlos, no sé si las autoridades del Estado de México ignoren esto o en una red de complicidades que agravia a la ciudadanía, se hacen como “El Tío Lolo”. Cada día me convenzo de la sabiduría del viejo Filósofo cuando afirma: Señor ayúdame a encontrar un pendejo… ¡Porque luego, luego dan conmigo!                                                                 filosofo2006@prodigy.net.mx




No hay comentarios:

Publicar un comentario