(Tomado del libro Ensayo Electoral de Enrique López
Sanavia)
La esclavitud refleja el
ostracismo de la libertad. Las cadenas, los grilletes, el látigo y la
mutilación de miembros corporales, solo quedan como siniestros pasajes
históricos. Esta esclavitud, es rémora del pasado. La crueldad dañina que
provocó la desigualdad entre los hombres, se expandió en su tiempo y en su
espacio. La era civilizada y la
ideología liberal, acabaron con la opresión censurable y las servidumbres
aberrantes.
El pretérito, no fué mejor
que este fin de milenio. Conforme aparecen las garantías y los derechos
humanos, se conquistan y arraigan las
libertades, las igualdades y la justicia teleológica. Las libertades no surgen
fortuitamente, se deben a la diaria lucha y a la fuerza política común. No hay
libertad absoluta, sino relativa y diversificada, ya que la ley le endilga limitaciones
normativas. Incluso, las facultades monárquicas del absolutismo de Luis XIV, se
colapsaron por la osadía de los
enciclopedistas, que prepararon el camino
de la revolución libertaria. Se ganaron a pulso las libertades, porque el
interés social erigió el respeto y el derecho de los demás frente al derecho
individual condicionado.
La libertad y la seguridad
no pueden vivir separadas. La voluntad de ser libres, se extingue por el
inminente peligro y los riesgos sociales que acechan; se reanima y cobra fuerza, una vez que se
satisface la seguridad colectiva. La seguridad es una necesidad primaria y por
añadidura la libertad es necesidad secundaria. De que sirve tener libertad, si
hay deficiente orden jurídico, si se
coartan los derechos individuales, si no se castiga al infractor, si no hay
freno y contrapeso para el gobernante que abusa del poder, si se permite el libertinaje en todo, avanza multilateralmente el caos y
la anarquía; si en suma, se fractura la paz y está latente la inseguridad. La inseguridad cuando es colectiva, crea sentimientos de
incertidumbre y de desconfianza. Y si no hay protección social porque el estado descuida este rubro, disminuirá
la credibilidad y se menoscabará la grandeza del alma jurídica estatal.
La libertad, ineludiblemente está condicionada. Ni puede
existir ausencia de obligaciones de los gobernados, ni pueden suspenderse las
facultades del buen obrar, como tampoco puede el libre albedrío quedar supeditado
a voluntades ajenas.
Constitucionalmente,
la prohibición de la esclavitud, la prevé el artículo segundo. Está en vigor
este precepto, aunque no se materialice ni haya esclavos que traspasen nuestras
fronteras. El espíritu legislativo moderno, ha dejado subsistir esa reliquia de
la independencia, porque pese al adelanto cognoscitivo y a la democracia que se
transforma, surgen esclavitudes de índole económica, cultural e informativa.
La
esclavitud económica, hace depender países y mercados. proviene de las
competencias desleales y de monopolios internacionales que implantan normas
extraterritoriales, que bloquean las finanzas e inciden en la irritante
devaluación monetaria, en la inflación y deflación que afligen socialmente o en
el déficit que aprieta a los presupuestos públicos. La guerra fría y
psicológica, jamás pasarán de moda.
La
esclavitud cultural, subordina estructuras y mentalidades sociales; produce ignorancia que no se desea y la
ineptitud se finca en todos los círculos
colectivos, por la deficiente planeación
escolar o por la cultura dirigida que patrocina una gradual decadencia de valores. Existe un
complot interesado en confundir
conciencias y erosionar la formación ilustrativa.
Hay
esclavitud televisiva y de comunicación, porque el feudalismo mercantilista
atrapa la atención y atrofia las mentes de todas las edades. El entretenimiento difiere la iniciativa
personal, controla paulatinamente los deseos de éxito y estanca el interés por
inventar y producir. La sociedad, saldrá
del bache en que está inmersa, solo con
capacidad creadora, con unidad y voluntad que recobre sus raíces históricas y
su fuente de identidad nacional.
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